El otro día saqué el gato a pasear,

En mi pequeño paseo salí de Valencia, y al cabo de unos kilómetros paré en un pueblecido próximo a la playa de El Puig; imaginaros la situación, la carretera para mí, el coche fino y suave, yo contento, ambiente acogedor, todo perfecto; cuando voy sólo en el coche tengo la costumbre de darle al cierre centralizado, para evitarme sustos con amigos de lo ajeno, sobre todo en los semáforos y demás atascos urbanos.
Después de unos placenteros kilómetros paré y me bajé del coche un momento; no sé cómo, pero a algo le dí porque volví a activar el cierre centralizado de modo que cuando cerré despreocupadamente mi puerta no caí con que ¡¡¡¡estaba cerrando el coche con las llaves puestas en el arranque!!!!
En cuestión de segundos pasé de un estado de felicidad a otro de cabreo al ver la estupidez que había hecho...

Por precaución tengo dos juegos de llaves del coche, y podría haberle pedido a algún buen amigo que me recogiera, o haber ido en auto-stop a casa a por ellas, pero nadie me hubiera librado del pitorreo familiar durante mucho tiempo.... Además hubiera sido mejor solución que romper el cristal o forzar la puerta...
Esta pequeña anécdota me ha hecho recordar una historia de la que tuve conocimiento en el año 2000: imaginaros un Rolls-Royce con chófer que acude a una iglesia con la novia y su padrino. Durante la ceremonia el chófer se quedó fuera esperando a los recién casados, y en un momento dado se dirigió al maletero para hacer algo, con tal mala fortuna que cerró (y bloqueó) el portón del mismo, dejándose dentro las llaves...
Vaya panorama!: el pobre chófer nervioso tratando de abrir el maletero mientras el tiempo pasaba, la ceremonia que acabó, las fotos, el arroz, y los novios que salen radiantes recién casados, la expectación de los invitados al verse el cochazo tan bonito en la puerta de la iglesia, la cara que se les queda cuando ven que si bien está allí en la puerta no podrá llevarles, el cachondeo del personal que asiste al espectáculo, el bochorno del chófer, ¡¡y el cabreo del famoso dueño del coche con su chófer por la que ha liado!!.
Al final, al no haber disponible otro juego de llaves del coche tocó llamar a una grúa para recoger el coche y traerlo al taller: allí pudimos ver que las puertas se podían abrir, salvo el maletero; después de estar intentando forzar la cerradura Yale del maletero, cosa casi imposible, se optó por acceder al mismo ¡¡¡por el interior del habitáculo!!! Se retiró el respaldo y la banqueta del sofá trasero, tapizado en finísima piel Connolly, se destapizó todo para acceder al tabique separador y después se practicó un agujero en la plancha para meter el brazo dentro del maletero.... hasta alcanzar las llaves.

Lógicamente, hubo que cortar un trozo de plancha a la medida del boquete practicado, soldarlo, volver a tapizar esa zona, montar de nuevo el sofá, etc.
De este modo tan rocambolesco se recuperó la llave y se pudo arrancar de nuevo el coche; un faenón, que al recordarlo y ver las fotos que hice de la operación, me sigue poniendo los pelos de punta por si me pasara a mí!
Moraleja: cuando salgamos del coche, ¡¡las llaves SIEMPRE a mano!!
Saludos,
Juan
