Cuando Aston y Jaguar eran hermanas, Ford mediante, James Bond se pegaba con los malotes equipados con Jaguars de sus pelis a lomos de un Aston. Aquello costaba un dineral a la compañía del óvalo azul, pero el rédito de la presencia en una producción cinematográfica lo justificaba.
La fórmula de meter coches en la gran pantalla para mejorar la apariencia de una firma automovilística sigue siendo rentable (que se lo pregunten a Ford), y el superagente secreto sigue cautivando la imaginación de diseñadores de coches y firmas. El otro día ya te contamos que Bond empleará un DB10 hecho ex-profeso para la próxima película.
Pero lo curioso es ver cómo otras marcas se han sumado al carro de pagar dinero a la productora para ganarse un cameo en una trama que cada día parece más una filmación hecha para sacar dinero a todo aquel que quiere aparecer (bueno, es que muchas películas funcionan así hoy en día...).